Em-PLAZAMIENTOS Estrategias políticas desde las narrativas del padre subvertido: De la plaza al aula

Marisa Belausteguigoitia Rius
Facultad de Filosofía y Letras/Unam

Volume 7, 2015


Estamos aquí para decirnos y decirles que este dolor del alma en los cuerpos no lo convirtamos en odio ni en más violencia, sino en una palanca que nos ayude a restaurar el amor, la paz, la justicia, la dignidad y la balbuciente democracia que estamos perdiendo…

—Javier Sicilia

No quiero verme buscando en la basura la comida que he de llevar a mi casa.

—Dimitri Christoulas

Este artículo analiza la intervención de nuevos sujetos en el espacio público, en un lugar particular: la plaza.[1] Analizaré dos tipos de manifestación del espacio público: la toma de la plaza y la consiguiente toma de la palabra en el movimiento global conocido como los Indignados y las tomas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MJD) en México, gestados en 2011, como un ejemplo de la construcción de formas distintas de hacer política.

Las tomas que analizaré responden a un llamado—a una llamarada—que se extiende desde el norte de África (Túnez), hasta el continente americano, pasando por Asia y Europa. El llamado se refiere a la toma de plazas iniciada en Túnez conocida como “la primavera árabe,” y la llamarada a la inmolación de Mohamed Bouazazi, a su cuerpo en flamas presente en el espacio público. Llamado y llamarada viajaron a incentivar tomas en Europa, Asia y Latinoamérica. El llamado según Octavio Paz es un evento difícilmente definible, se explica mejor como una atracción irrefrenable a hacer, a intervenir (“El llamado”). En este caso, el llamado a la acción se relaciona con la “toma” de la plaza y desde allí la palabra. El llamado es siempre un llamado a actuar (Paz, “El llamado”). Es así como puede ser entendido: como un emplazamiento a la acción, a la intervención, como una urgencia social. El llamado entonces refiere a una cita con la “acción.” “Citar” en el espacio público conlleva un giro político, constituye un acto performático “al constituir aquello que nombra”: la toma de la plaza y, desde ese acto, de la palabra.[2]

Primera Toma: Un llamado irrefrenable. Fuego en la Plaza

Dos hombres en la plaza. Dos padres. Uno se prende fuego, otro habla el fuego. Túnez y México (luego Egipto, Arabia Saudita, el desierto Saharaui). La inmolación y la palabra. El fuego y la cita al fuego. Mohamed Bouazizi se prende fuego en la plaza, en Sidi Bouzid, Túnez, el 17 de diciembre de 2010. Javier Sicilia habla el fuego en el Zócalo, plaza central de la Ciudad de México, en abril de 2011.

En diciembre de 2010, la policía tunecina decomisa a Bouazizi su carro de verduras por no tener permiso para vender. Desesperado por no poder mantener a su familia, se prende fuego. Es llamado el Padre de la Revolución Tunecina. Javier Sicilia toma la plaza—en México—en abril de 2011, tras el asesinato de su hijo y de seis más de sus amigos. Se le nombra el Padre de la Paz y la Dignidad. Dos tomas desde el flujo de la desesperación ante la impunidad y desde la paternidad comprometida. La flama encarnada en el cuerpo y la palabra encendida. La llamarada es de Bouazizi al fuego y a lo que consume. La llamada es de Sicilia a lo que consuma la acción, cuyo fin es poner fin a todas las desapariciones. ¿Qué estrategia política puede devenir entre llamada y llamarada? ¿Entre fuego y palabra? ¿Qué conducto las hace circular? ¿Qué mensaje se enciende con estas llama(ra)das?

El concepto de citación o la acción de citar tiene un triple sentido. El primero permite la reproducción de palabras que se han dicho o escrito en otros contextos. En el texto “Firma, Acontecimiento y Contexto” Derrida explica que toda comunicación, sea oral, escrita, gestual, es “citacional.” Cada signo puede hacer sentido y circular en otro contexto, es decir puede ser enunciado. Esta es la característica de cualquier seña, justamente la capacidad de ser citada—su “citacionalidad”—y es esto lo que permite la comunicación: “¿Qué sería una marca que no se puede citar?” Desde aquí “comunicar sería comunicar una fuerza por el impulso de una marca” (Derrida 12). Así lo performático remite a la “cita” y a cómo a través de ella se hacen presentes, es decir “aparecen” los cuerpos inflamados, desaparecidos y nombrados a partir de la toma de la palabra en la plaza. El segundo sentido del concepto de citación, muy vinculado al primero, tiene el sentido de convocar a una persona o a una muchedumbrea una reunión, como sucedió en México, en Egipto y Túnez. El tercer sentido tiene que ver con el del “llamado,” el del grito como urgencia, como la llamarada del joven Mohamed Bouazizi cuando el 18 de diciembre de 2010 se prende fuego. La llamada de Bouazizi es una convocatoria desesperada, una cita lanzada al universo, un día, hora y lugar para tomar la plazas, la calle, los parques (Saldaña 14-17)

Estas prácticas citacionales, estos flujos y contagios, permiten un ejercicio de la política donde la parte excluida es citada, llamada a la presencia. Para Rancière, la política es justamente eso, la intervención en lo visible y en lo decible, a partir de la representación de la “parte de los que no tienen parte.”[3] El partage du sensible es el sistema de evidencias “sensibles caracterizado por la tensión propia del encuentro entre lo común” compartido y las partes diferenciadas: es aquello que nos deja ver, a la vez, “la existencia de un común y las marcas (los recortes) que definen los lugares” de las partes exclusivas. Lo que nos interesa destacar con estos movimientos ligados a la indignación es la posibilidad de una “re-distribución (partage) de lo sensible” que es ese terreno común que podemos entender como anterior incluso a la idea de comunidad. Según Rancière, la organización policial es una organización de lo sensible a través de “la maquinaria del consenso.” En cambio, la experiencia política, la “revolución estética, logra reorganizar este terreno en base a la distorsión:” presenta ese partage du sensible como “un lugar común, dividido y compartible, esencialmente polémico y controvertido” y basado en la interrupción que provoca en el orden disciplinado la institución de la parte de los que no tienen parte (El desacuerdo 25).[4]

La cuestión—desde aquí—sería entonces cómo formular proyectos políticos que no se conformen con la política partidaria y no excluyan a grandes sectores de la población. De aquí el interés en el espacio callejero, en las plazas y la aparición/producción de cuerpos en el espacio público. Desde la plaza Sicilia y su movimiento han señalado la incompetencia de los tres partidos más importantes de la nación (PRI, PAN y PRD) en el combate al crimen organizado que cada año aumenta su presencia en estados gobernados indistintamente por estos tres partidos; no hay en su movimiento por lo tanto la adscripción a una ideología partidista, aunque la filiación de este movimiento es de izquierda al referir a movilizaciones y al citar a movimientos como el zapatista.

El llamado se perfila desde un cuadrante geocultural distintivo, el que proviene desde dos lugares distintivos: el sur y el lugar del padre. El llamado que prende de Túnez al D.F., circula por el dolor paterno. No es común que el dolor y la desesperación por la pérdida de familiares o seres queridos, sea representado públicamente—con la figura del duelo y el clamor—por la figura paterna; más bien sucede lo contrario, lo que define al padre—en este caso en Latinoamérica y más precisamente en México—es su ausencia del ámbito de la ternura y la compasión. Desde Pedro Páramo, hasta la muy citada película Amores Perros, pasando por los cárteles de droga “Los Templarios” o la “Familia Michoacana,” vivimos lo que podríamos calificar como la presencia de un patriarcado violento y criminal, marcado por la figura del padre ausente, violento, abusador y excesivo, un padre abandonador y grotesco. Este padre terrible de la violencia y el exceso trabajado por Paz en el Laberinto de la Soledad, marca un tipo de identidad y conduce a una suerte de modernidad, delineada en ese laberinto. Paralelo a esta ausencia y esa magnitud de la violencia, vivimos en México una insistente “búsqueda del padre,” y con esto de otra manera de ser y de “ser gobernados.”

Este trabajo intenta dar lugar, nombrar, uno de los emplazamientos que surgieron del llamado del “Movimiento de los Indignados,” a una forma distinta de ejercicio del poder, a “no ser así gobernado,” como lo expresa Foucault en su texto “La Crítica.” A la vez intenta perseguir y definir una suerte de aparición intermitente de un patriarcado doble: una autoridad depredadora y maldita y una defensora y articulada. Me refiero a la aparición de una figura patriarcal—masculina—distinta en México.

Desde la voz y el llamado del padre, el “sur” hace presente esta nueva figura masculina. Desde esa ausencia que se convierte en llamada y llamarada se revela en contra de la corrupción de sus autoridades, contra el exceso de sus gobernantes al mismo tiempo que, desde otro registro cultural en México y en otros países del sur crece el patriarcado criminal (Segato). Entre la corrupción de la autoridades, el aumento de la violencia y la consolidación de un patriarcado criminal, se devela un movimieno de ciudadanía indignada por estos excesos criminales vinculados al gobierno, al crimen organizado, al mercado y a la violación de todos los derechos.

Con este texto, busco una aproximación al padre que no abandona, la del padre que acude a la cita, a esa “cita” ancestral en la plaza, espacio de la nación y sus signos, pero también de la palabra de la ciudadanía y sus rebeliones. A partir de esta presencia, intento también otra relectura de la modernidad mexicana más allá de la definida en los laberintos, callejones sin salida, espacios oblicuos de la soledad de un padre abrumador, ausente y maldito. Más allá del Laberinto de la soledad, en la apertura de la plaza, la palabra del padre—su llama(ra)da—ha dado lugar el “Movimiento de los Indigandos,” o lo que en México se conoció como el “Movimiento por la Paz y la Dignidad,” encabezado por Javier Sicilia.

En la última fase de este ensayo, desplazaré dichas tomas a un espacio fundamental en la academia: el salón de clase. Con esta cita en aula, busco una traducción pedagógica a este llamado a ser gobernados de forma distinta, un llamado que tome la plaza académica y critique sus nuevas formas de gobierno. Entiendo entonces estas formas de hacer política también como una posibilidad de intervención en el espacio pedagógico.

Segunda Toma: La indignación. Los emplazamientos

Durante 2011 y 2012 multitud de plazas del mundo árabe, africano, europeo, oriental y latinoamericano fueron ocupadas por jóvenes, estudiantes, mujeres, jubilados y migrantes, entre otros manifestantes, cuyas protestas los han identificaron bajo el nombre de los indignados.[5] Aquellos jóvenes que habían sido “mandados a la calle,” como acto literal, la tomaron y se instalaron en sus más certeros cruces y desembocaduras: las plazas.[6] Desde allí han emplazado [7] a sus gobiernos y se han declarado en contra de la política que los mantiene desocupados, en contra de los grandes atracos socioeconómicos, de las legislaciones del Fondo Monetario Internacional, del Banco Central Europeo y otras instancias internacionales; protestan los recortes al sector público y el aumento de las jornadas laborales, la censura, la inflación, la brutalidad policíaca y la disminución dramática de empleados públicos, entre otros.

En México también se han desbordado las plazas. El 10 de junio de 2011 el MJD dirigido por Sicilia, firmó en Ciudad Juárez—una de las ciudades más dolidas por la violencia en nuestro país—un pacto ciudadano y nacional, como producto de la ocupación de múltiples plazas en la nación.[8] Su finalidad ha sido evaluar y criticar las medidas desarrolladas por el gobierno en contra del crimen organizado y proponer estrategias y acciones que emanen desde la ciudadanía, que sean capaces de enfrentar aquello que ha causado tanto dolor y desconsuelo a decenas de miles y ha sumido en el desconcierto y la indignación a un número mucho mayor. En otras palabras, el pacto emplaza a que las víctimas tengan acceso a la justicia reparadora y efectiva.

Este pacto significó el corolario de marchas, concentraciones y desbordes de decenas de miles en los espacios públicos y oficiales para el culto a la nación, pero también abiertos a la confluencia y el concierto de protestas en su contra desde estos espacios marcados por la toma de la palabra: las plazas. Durante las mismas fechas, a partir del 15 de mayo, en España, en la Plaza del Sol se reunían miles de jóvenes descontentos con políticas gubernamentales que los encerraban en el desempleo, el desconsuelo y la desesperanza.

Las plazas del mundo se desbordaron como un gesto radical, como performance de inteligencia colectiva, de arquitectura de otro mundo, como toma de la palabra, en un contrapunto entre el hacer y el decir, que se concreta en estos actos que demandan respuestas y cambios (Ver López Petit). Los jóvenes crean organizaciones en las plazas y en el espacio virtual, demandan, articulan, debaten, exigen respuesta: emplazan.

Intento repensar estas movilizaciones, estas figuras de desborde, al concentrarme en la figura del emplazamiento como un acto que refiera tanto a la toma de la palabra desde la plaza, desde el centro de la nación, como a la demanda por una respuesta que denote un cambio. Me centro en el término “emplazar”: “dar cita,” “llamar a un tiempo determinado para la ejecución de alguna cosa.” (“Emplazar”) Me refiero especialmente a los efectos del emplazamiento, derivados de una figura en especial: la del padre. Persigo su desplazamiento a espacios fronterizos como Ciudad Juárez y Maricopa, Arizona.

Las Palabras en la Plaza

Javier Sicilia, en un discurso en la plaza de Cuernavaca el 13 de abril de 2011, sólo unos días después del asesinato de su hijo, declara el dolor no sólo por su pérdida, sino por la de los amigos de su hijo, que fueron asesinados junto con él.[9] En el discurso ofrecido en el Zócalo unas semanas después, incorpora la pena por los soldados que han muerto, por las mujeres, por los sicarios en su ignorancia y perversión, por las madres que buscan a sus hijas desaparecidas, por padres, hermanas, por cada uno de los entonces cuarenta mil muertos (ahora se calculan en más de sesenta mil) que hemos acumulado en estos años de guerra. Señala: “tenemos la deuda de poner en claro sus nombres, apellidos, sus historias para reivindicarlos moralmente e indemnizar a sus familias que, además de sufrir el desprecio y la criminalización de las autoridades, son pobres” (Sicilia, “Discurso”).

En esa misma plaza se convierte en portavoz de la indignación nacional y enuncia un alto a la guerra, un “estamos hasta la madre” y una lucha por un México más justo y en paz. Hace coincidir tres niveles del discurso: el bélico, el de la justicia y el del mal gobierno, con el de la indignación. Estos niveles denotan los efectos de un gobiermo (panista y ahora priísta), que ha incentivado la participación del ejército de forma precaria y sin planeación adecuada, lo cual ha acendrado las tensiones con los cárteles y sus formas grotescas de violencia. El “mal” y la guerra—como el propio Sicilia refiere—dos formas desoladoras de cubrir la nación, conviven con la búsqueda de justicia que provoca la creciente indignación, dos efectos de una nación que espera vivir de otra manera.

Sicilia emplaza al gobierno mexicano y le exige no sólo la captura de los asesinos de su hijo, sino la de los miles de muertos; demanda que se articule la procuración de justicia con la revisión y el cambio de estrategias que han llevado a tal nivel de violencia. A diferencia de otros que han exigido justicia para sus hijos, no con menos dolor, como la señora Wallace y el señor Martí—ambos con hijos secuestrados y asesinados—Sicilia hizo suyos los muertos ajenos.[10] No sólo esperaba justicia por el homicidio de su hijo, sino que la esperaba para todos los asesinados por el crimen organizado; esperaba además un cambio estructural en la administración de la justicia.

A partir de esta estrategia vinculada al duelo nacional, Sicilia generó una espiral contraria a la violencia, propició un descenso a emociones como la reparación, el consuelo y el duelo colectivo que ha llevado a desbordar las plazas de más de 40 estados en la nación y de los Estados Unidos en tres caravanas sucesivas.

Sicilia y el MJD, generado en pocas semanas, añaden la demanda más importante: la de la memoria, la necesidad de recordar (re-cordar como hacer pasar nuevamente por el corazón, nos dice Galeano).[11] Sicilia categórico concluye el discurso en Cuernavaca:

…nosotros, los ciudadanos de Morelos… hemos dejado en el suelo de la plaza de gobierno y como símbolo del dolor y de la memoria, las placas con los nombres de mi hijo Juan Francisco Sicilia Ortega y sus amigos. A estas placas iremos agregando las placas de las víctimas que se vayan reconociendo y de las que continúen apareciendo a causa de la inoperancia de nuestras instituciones.

Sicilia plantea que es posible resolver nuestros conflictos sin violencia, acercándose así a lo que Walter Benjamin concibe como Cultura del Corazón—conlleva un gesto subjetivo que permite intervenciones que no impliquen necesariamente la violencia. Según Benjamin esta cultura escapa al derecho puro centrado en la tensión ilegal/legal que atrapa y produce más violencia. Volvamos a la pregunta de Benjamin: ¿es posible resolver los conflictos sin violencia alguna? Benjamin responde:

Sin duda que sí: las relaciones privadas entre personas están llenas de ejemplos de esto. El acuerdo carente de violencia se encuentra donde la cultura del corazón ha puesto a disposición de los hombres medios puros de acuerdo. Hay que contraponer como medios puros a los legales e ilegales de cualquier tipo (todos ellos violentos sin excepción) aquellos otros medios que carecen de violencia. Así la cortesía del corazón, la inclinación hacia el amor y la paz, junto con la confianza consituyen un presupuesto subjetivo.

(195)

Benjamin señala que los medios puros no son inmediatos, son de eficiencia mediata. El mejor ejemplo de estos medios puros es la conversación “en cuanto técnica par alcanzar civilizadamente acuerdos” (195). Es en la esfera del lenguaje, según Benjamin la del auténtico entendimiento, en la que se despliegan las estrategias políticas del MJD. En el lenguaje como medio puro y en particular uno de sus productos, se puede percibir cómo la conversación—según dónde, con quién y con qué motivos—es una forma de la acción.

Sicilia termina el discurso iniciado en Cuernavaca en el primer plantón en la plaza de gobierno (6 de abril 2011), en el Zócalo capitalino, con un llamado a toda la ciudadanía, un llamado a la memoria, al recuerdo y a la acción política, a partir del desborde de las plazas efectuado por la inscripción multidudinaria de los nombres de los 70 mil asesinados, desaparecidos o victimizados. Señala: “Hacemos un llamado a toda la nación para que en cada plaza del país haya una memoria de nuestros muertos en esta guerra imbécil, una memoria de nuestro Holocausto.”

El movimiento de indignados en México nace también en las plazas. Sicilia cita a Bouazizi—el padre de la Revolución Tunecina—pero en la figura de un padre que llama a la aparición en las plazas de la palabra, la memoria y así—dice—al cambio de estrategia política. El llamado—lo mencionamos al principio—constituye un evento difícilmente definible, se explica mejor como una atracción irrefrenable a hacer. Este llamado a la movilidad por el sufrimiento ajeno y desde ese lugar inusitado—el corazón y la conversación—fuera del estrecho marco del derecho que ciñe toda significación a la retórica de lo legal/ilegal y habla—como diría Benjamin—“con una inclinación hacia el amor y hacia la paz” (195), provoca el desborde de plazas y calles. La legitimidad que requiere la propuesta de cambio y de unión empieza a perfilarse.

La función del corazón da lugar—apertura—a la herida nacional a partir de la cita que estos padres—Bouazizi y Sicilia—lanzan desde la plaza, desde las flamas y la inflamación del cuerpo y de la palabra: ser parte de la herida nacional como trama de un movimiento trascendente, ser vulnerable. Es desde esta condición de fragilidad, que articulan una red, un tejido significativo a partir de la posibilidad de ser herido, como capacidad, no sólo como déficit del desposeído. ¿Qué significa pasar de la vulnerabildad como déficit a la vulnerabilidad como capacidad? Significa la producción de un gesto político al connotar que el vivir socialmente implica que la vida de todos está siempre—en algún sentido—en manos de otro (Butler, Vida 45-78).

El acto de Sicilia—que ha enardecido a muchos—de besar a aquellos con los que disiente, tiene que ver con este gesto que posiciona la blandura al centro del ataque a la violencia. Se vincula adicionalmente con lo que Innerarity define como política: el acuerdo, el hacer posible la gestión de un fracaso en la negociación sin violencia; tolerar que los resultados no sean favorables, pero continuar en la disputa. Consentir afectivamente con el que disiente intelectualmente; de esta manera se trabaja desde lo parcial. Así se gestionan éxitos y fracasos parciales y es posible también dar por bueno lo que no satisface completamente las propias aspiraciones.[12]

Sicilia, en un gesto de aliento, besa a sus contrincantes en debates y reuniones. Apunto así a una reflexión crítica sobre la cita a la vulnerabilidad, al testimonio, al consuelo colectivo, a lo parcial como política, fincada en un gesto (un beso) que no sustituye a la justicia y al derecho, pero que se convierte en un motivo, en un objetivo que moviliza a la ciudadanía frente a tanta corrupción y desgaste político y que pudiera enunciarse como vero-símil y legítimo: proviene del dolor de un padre que ha hecho “suyo” el dolor de la nación.

Surgen varias preguntas: ¿Qué complejidad adquieren las narrativas de legitimidad y verosimilitud movilizadas a partir del duelo y el dolor como móvil político? ¿Cuáles nuevos acentos y retos supone a la gramática y la práctica política, desplazar el centro discursivo al dolor y el consuelo? ¿Qué actos permiten este desplazamiento del dolor nacional tradicionalmente representado por la piedad femenina (materna) a la figura del consuelo en el espacio paterno? ¿Es posible conjugar los lenguajes del consuelo, con los de los derechos, de la política pública, de la democracia, de la seguridad y la justicia?

Judith Butler en Vida Precaria configura la vulnerabilidad como la capacidad de actuar en conjunto, de articularse, de crear un relato que pueda ser escuchado y responder al daño significándolo por el mundo, replicándolo, es decir, dándole respuesta al reproducirlo, al dar sentido a partir de ser narrado (29-43). Este giro político de dos dimensiones implica una torsión espacial (de lo íntimo a la plaza, a la calle) y emocional: la capacidad de generar un duelo y un éxtasis, como una forma de supresión del dolor, un arrobo colectivo

Sicilia y Bouazizi dan cabida al duelo y a instantes de éxtasis como actos colectivos, a partir de la cita al cuerpo y a la palabra como aquello que nombra la vulnerabilidad como fuerza de lo social y al duelo como posibilidad—como presuposición—de las vidas que importan. El éxtasis proviene del llamado a actuar—la toma de la palabra de Sicilia a favor de todos los desparecidos—y las llamas del cuerpo de Bouazizi, propician en las plazas instantes de plenitud de acción a partir de diversas tomas, lo cual relega momentáneamente el dolor, abandonando el cuerpo. En la plaza el dolor se colectiviza y se pone en “manos de otro,” fuera de sí, fuera del cuerpo individual al convertirlo en emoción colectiva (Cruz Cruz 32-40)

El dolor colectivo citado en las plazas posibilita la visibilidad de las formas de duelo frente a las más de 60 mil pérdidas que no provocan ni duelo, ni dolor. Pone de manifiesto la distribución diferencial del dolor. ¿Qué sujetos merecen un duelo y qué sujetos no? ¿qué cuenta como vida vivible y muerte lamentable? (Butler, Vida 14-18). Bouazizi y Sicilia—entre palabra y cuerpo—marcan los límites de lo decible y de lo visible y así, según Rancière e Innerarity, de lo político.

El espacio público se constituye también por lo parcial—por lo que no puede ser dicho y por lo que no puede ser mostrado. Los límites de lo que puede aparecer circunscriben el campo en el que funcionan el discurso político y en el que ciertos tipos de sujetos aparecen como actores viables.

Se hace calle, cuando se aparece, se hace política al hacer público el duelo. Presenciamos un ensamblaje, asamblea de cuerpos y creación de lo público en el espacio, en la plaza: “Y cuando las multitudes se mueven fuera de la plaza, a la calle que está al lado o al callejón, a esos vecindarios en donde las calles no están pavimentadas… algo más ocurre” (Butler, “La alianza” 91).

Del Sur al Norte: La caravana en los Estados Unidos

Y si el desplazamiento se da hacia aquellas calles más allá del muro: del sur al norte ¿Qué ocurrió, por ejemplo, cuando el MJD se movilizó hacia los Estados Unidos? ¿Qué clase de espacio político se generó allá?

La primera Caravana viajó hasta la frontera norte, la segunda hacia la frontera sur. La tercera Caravana por la Paz tocó 20 ciudades estadounidenses en dos meses, viajó desde San Diego, California, hasta Washington, D.C. (del 12 de agosto al 10 de septiembre de 2011). La caravana tomó innumerables plazas, parques, calles y oficinas gubernamentales; llevó a cabo testimonios, discursos y actos performativos. En un poblado entre Laredo y San Antonio, en la Casa Villa en la plaza, proyectó los nombres de los muertos por el crimen organizado en los muros del edificio; cada nombre ascendió desde el piso, en el límite bajo de la pared y escaló hacia arriba hasta que se perdía en el límite de la pared. Miles de nombres escalaron al cielo.

Pero tal vez fue el contacto no planeado con el sheriff Joe Arpaio en Maricopa, Arizona, el más dramático y el más significativo del abismo de concepciones, de aquellos que “merecen” morir y aquellos que tienen mejor garantizada la vida. Un performance espontáneo del lugar inamovible de la Ley, frente a la cita en la plaza y con la palabra que enciende. Lo que apareció en la oficina del sheriff Arpaio frente a las preguntas de Sicilia fue la referencia a la contundencia de la Ley. “Sólo cumplo la ley,” repetía el Sheriff. Horas antes la Caravana había protestado frente a “Tent City,” una cárcel de 2000 presos construida por Arpaio en 1993 en el desierto de Arizona, en la que la temperatura llega hasta 50 grados a la sombra durante el verano. Una prisión donde las celdas son tiendas de campaña y los presos están obligados a vestir anticuados uniformes a rayas y ropa interior color rosa, entre otras prácticas. Uno de los discursos más potentes de Sicilia se dio cuando marcó la relación entre el flujo de dinero que mueve la droga, las armas y la industria carcelaria en Estados Unidos (Pastrana).

En el contacto con el sheriff Arpaio, Sicilia recurre al evangelio: “Usted, Sr. Arpaio, es católico como yo—adujo Sicilia—¿cómo interpreta el evangelio el trato como perros que da usted a los migrantes mexicanos?” “Yo no mezclo religión con política,” contesta el sheriff. Lo que queda es el ejercicio de la ley de un estado sádico que no permite en el registro de lo imaginario la identificación con el dolor de otro. Lo que queda es deshumanizarlo.

El movimiento organizó—en una plaza en Houston—una escena de destrucción de armas, una acción en la cual Sicilia serruchó un rifle de alta potencia. Cinco víctimas vulneradas por el tráfico de armas ofrecieron un testimonio, tomaron los restos del arma y pronunciaron las palabras del profeta Isaías: And they shall beat their swords into ploughshares, and their spears into pruning hooks. Colocaron los restos de las armas en cinco diferentes cajas y las enterraron bajo cemento.[13] Sicilia comenta, “No tienen idea de lo que pasa en México, ellos tienen su propia lógica legal y de mercado, tienen el argumento de la defensa legítima, y no toman en cuenta la invención de las guerras que han librado en otros países, de la guerra estúpida que hay en México entre un gobierno corrupto y los cárteles” (Gil Olmos). Hemos tenido evidencia del intenso tráfico de armas que parte de Estados Unidos y termina en manos del crimen organizado. Uno de los escándalos más visibles en el tema del tráfico de armas fue el proyecto llamado “Fast and Furious.” La operación “Fast and Furious” inició en octubre de 2009 con el conocimiento de la Casa Blanca en Washington; mil 998 armas cruzaron la frontera durante 15 meses. La iniciativa pretendía seguir el proceso de la compra de armas para identificar a los criminales, pero acabó armándolos. El 3 de marzo la organización a favor del periodismo Public Integrity, informó que la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos del Departamento de Justicia (ATF) de los Estados Unidos inició el operativo, el cual se “salió de las manos” de la agencia, dando lugar a un escándalo. Sicilia deja ver la magnitud de la complicidad de los Estados Unidos en nuestra guerra (Martínez).

De Texas la caravana MJD viaja a Nueva York. Sicilia identifica su movimiento con el de Occupy Wall Street, y con otros movimientos sociales como el Zapatista y el movimiento Yo soy 132. Occupy Wall Street había congregado un buen número de jóvenes estudiantes y profesores de las universidades públicas y privadas más críticas de Estados Unidos. El movimiento estudiantil Yo soy 132, había nacido justo en el contexto del movimiento de los indignados y de la toma de plazas del MJD.[14]

Tercera Toma: Des-plazamientos ante el dolor de los demás.

La toma de las plazas y el subsiguiente emplazamiento desde las multitudes, se generan desde un lugar inusitado: el paterno (una piedad masculina). Sucede un doble des-plazamiento: primero, el de género (tradicionalmente son las mujeres las que han circundado las plazas y constituyen las figuras privilegiadas del consuelo); segundo, el que encuentra en narrativas de la vulnerabilidad, el testimonio y la memoria, claves para acceder a otro tipo de conciencia y actuar político.

Desde estos desplazamientos nos preguntamos: ¿Es posible hacer política a partir de este tipo de gestos y vocabularios? ¿Qué estrategias político-culturales se pueden perfilar con estas movilizaciones de la sociedad mexicana, frontera con la compasión y la religión?

El llamado a la memoria, desde el corazón, la conversación y el entendimiento que Sicilia emprende en las tres caravanas, no es un gesto que él inaugura; ha sido repetidamente analizado y teorizado. Las preguntas sobre lo que “toca” o “mueve” a la compasión o al consuelo colectivos han sido planteadas desde muchos registros académicos e intelectuales.

En uno de sus últimos libros, Ante el dolor de los demás, Susan Sontag se pregunta sobre la posibilidad de la fotografía (de prensa) como un medio de transmisión, de percepción y entendimiento del sufrimiento de los demás. Sontag refiere al texto Tres Guineas de Virginia Woolf, donde la autora debate sobre la posibilidad de la empatía por el sufrimiento entre hombres y mujeres. En la parte final del libro Sontag termina con una fotografía que rompe el contacto visual y el diálogo entre el espectador y la imagen. Trece muertos conversan, descansando, en una hondonada, “nadie está mirando desde la foto al espectador” (145-46). Según Sontag, los muertos no nos miran. Es imposible empatizar o entablar con esos soldados, con esos jóvenes acribillados, una relación que produzca algo más allá del consuelo o la simpatía, emociones que mueven a un tipo de concierto y colectividad en eventos como las guerras que cercanan y separan, pero que no son suficientes. A ellos no les interesa nuestra empatía y dolor; han dejado de mirarnos (146). Sin embargo, a lo largo de su texto nos quedamos con la promesa de que eso ocurra, de podernos mirarnos—con nuestros muertos—de nuevo a los ojos, de recordar y transformarnos “ante el dolor de los demás.”

Sontag decanta nuestra pregunta: ¿Cómo entablar un vínculo entre quienes sufren remotamente y un espectador privilegiado? Y nos devuelve certeramente a nuestra indagación: ser conmovido ¿es necesariamente mejor? Los estados que se califican como apatía, anestesia moral o emocional están plenos de sentimientos: los de rabia y frustración. Pero si consideramos qué emociones serían deseables resulta demasiado simple optar por la simpatía; siempre que optamos por la simpatía, sentimos que no somos cómplices de las causas del sufrimiento. Nuestra simpatía proclama nuestra inocencia así como nuestra ineficacia (Sontag 118).

Sontag propone algo complejo. Se pregunta si apartar la simpatía y la posibilidad de conmoverse y en su lugar colocar una reflexión de cómo nuestros privilegios pueden implicar el sufrimiento de otros, es decir “cómo la riqueza de algunos implica la indigencia de otros,” puede contribuir a un contacto remoto más eficiente con el sufrimiento del otro (119).

Vinculado a las preguntas y tensiones expuestas por Sontag podemos mencionar el trabajo de Lauren Berlant sobre la política y la cultura de una emoción como la compasión en Compassion: Culture and Politics of an Emotion. El consuelo se vincula con la compasión, esta emoción que tiene su propia carga simbólica, ideológica y cultural. Berlant critica el tipo de relaciones de poder que una política que toma la compasión como uno de sus puntales puede producir. Pone como ejemplo estrategias utilizadas por Ronald Reagan centradas en la proliferación de su imagen vinculada a un presidente compasivo, a la par de la manufactura de guerras, invasiones y acciones imperialistas.

En otro registro analítico pero también referido a los poderes de la imagen, Roland Barthes se pregunta en La cámara lúcida si es posible transmitir las emociones, las heridas, los deseos a través de imágenes, y si estas son factibles de producir consuelo. Barthes tiene como proyecto unir fotografía y escritura, narración fragmentada de la imagen. Produce así un vínculo entre empatía y consuelo (trabaja la muerte de su madre y las imágenes que le remueven el afecto y las emociones). Compartimos y “entendemos” el dolor por la pérdida de su madre al mirar sus imágenes. En este texto Barthes trabaja los nexos de la fotografía con la emoción, las reacciones de los observadores, el tiempo, la nostalgia, la muerte, la pasión, el deseo, en una palabra: la herida (el punctum). Refiero a Barthes pues Sicilia hace un uso intenso de la figura de la herida, la herida abierta, como punctum, como centro referencial, como hendidura que no se cierra y que “nos” une, como podemos apreciar en su discurso en el Zócalo:

Son esas grietas, esas heridas abiertas, y no las grandezas de nuestra casa, las que también nos han obligado a caminar hasta aquí, entrelazando nuestro silencio con nuestros dolores para decirles directamente a la cara que tienen que aprender a mirar y a escuchar, que deben nombrar a todos nuestros muertos, a esos que la maldad del crimen ha asesinado de tres maneras: privándolos de la vida, criminalizándolos y enterrándolos en las fosas comunes de un silencio ominoso que no es el nuestro.

(Sicilia, “Nuestro”)

Sicilia termina—desde hace más de una década—sus artículos en la revista Proceso, con un postdata, que incluye una serie de compromisos no cumplidos por el gobierno, entre los que destacaba “el respeto y cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés.”[15] Recuerda doblemente a los Zapatistas. Primeramente en lo que toca al respeto a los llamados Acuerdos de San Andrés y seguidamente al reproducir la economía de la cita, de la postdata, que remite a una de las estrategias de comunicación del subcomandante. En este espacio al pie Sicilia acumula las “heridas” nacionales que no han sido atendidas y permanecen abiertas.

Las redes en el espacio virtual y los movimientos sociales como el zapatista se basaron de formas creativas y diversas sobre la posibilidad de responder activamente. Una de las frases y pedagogías más contundentes de los zapatistas se enuncia como “caminar juntos y parejo,” el “marchar parejo, sin que nadie se salga del ritmo y todos caminen en sintonía.”[16] Para lograr esto ninguno de los que marchan impone su propio ritmo, caminan juntos. De forma similar el movimiento lidereado por Sicilia caminó junto y ante el dolor de los demás.

Las conocidas postdatas del subcomandante Marcos pueden ser leídas como heridas, como formas de la apertura, del punctum, fragmentos—instantáneas—dirigidas a audiencias distintas: una estrategia para colectivizar la apertura, la herida nacional indígena. Este compartir del dolor ajeno nos acerca a la definición sobre la acción política planteada por Innerarity y recogida en este trabajo. Innerarity plantea que es necesario el desprendimiento de algo propio, es imprescindible convivir con cierta frustración y fijar la atención en lo ajeno, en su dolor, en su visión, en su proyecto, para poder convertir un gesto cualquiera en un acto político. Sicilia comparte con los Zapatistas el desconsuelo que tiene que ver los cercos militares, los cuales han causado muchas pérdidas, desplazamientos, encarcelamientos, actos que se han recrudecido a partir del incumplimiento de los mencionados acuerdos.

A todas luces, la compasión es una emoción frágil—como nos recuerda Sontag (117)—desaparece si no se vincula con la acción. ¿Qué hacer con las emociones que se han despertado? El MJD, ha generado a la par de caravanas y discursos un conjunto de estrategias—vinculadas a la aparición en las plazas de la palabra y la memoria—para terminar con la violencia, producto del crimen organizado. Si bien Sicilia ha trabajado seis puntos del Pacto: Por un México con justicia y dignidad,[17] las estrategias de movilización, que se han derivado de las subversiones de este movimiento son dos:

  • Acordar pactos en los espacios más dolidos. Iniciaron con Ciudad Juárez, donde firmaron el pacto en la plaza. Continuaron por decenas.
  • Permanencia y Citación. Marcar con nombres de desaparecidos y tomas de la palabra las plazas.

“Soy tu padre” y “Estamos hasta la madre”: Vulnerabilidad y criminalidad patriarcal. Del padre despiadado al padre piadoso.

Desde hace ya décadas hemos sido expuestos a madres, hoy abuelas, caminando en círculos, a madres de todos los límites peregrinando hacia las plazas centrales. Ellas han sido citadas por las madres de los crecientes feminicidios en México. Hoy es un padre el que demanda consuelo. ¿Cómo leer esta subversión?

Sicilia viaja predominantemente con víctimas mujeres, madres, esposas, hijas de desaparecidos o asesinados. Las mujeres han ocupado las plazas en México a partir de los feminicidios denunciados públicamente desde 2001, han escrito los nombres de sus hijas, sus hermanas, sus madres en los postes de la luz, en los libramientos de las carreteras y en las plazas de gobierno. Ninguna de las mujeres que han denunciado la violencia ha podido generar la sinergia, que se ha logrado con esta inversión hacia el padre, el poeta, el intelectual, llevada a cabo por el MJD.

Las mujeres, “expertas” en emplazar y en consolar por lo general han sido nulificadas, reprimidas o, en un extremo como el de Marisela Escobedo, asesinadas.[18] Sin embargo, desde esta radical vulnerabilidad, han logrado sensibilizar a la ciudadanía con respecto a la insondable impunidad y al carácter criminal de un patriarcado doble: el gubernamental y el del crimen organizado. La sentencia relativa al Campo Algodonero, enunciada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 2010 al gobierno mexicano, da cuenta de esta alianza y demanda reparación a las víctimas.[19]

La noción de seguridad que el gobierno plantea se sostiene en las complejas alianzas de este patriarcado criminal (gobierno y crimen organizado) con padres despiadados y mujeres piadosas entregadas al patriarcado criminal, que hoy llenan nuestras cárceles injustamente y con condenas sobredimensionadas. Los plantones de Sicilia en las cárceles han sido especialmente esclarecedores del diseño autoritario del gobierno fortaleciendo y multiplicando prisiones y militares en la calles—los sistemas penitenciario y militar—como lo señala Angela Davis (84- 115). Esta división de género—hermandad patriarcal entre políticos y criminales—y la consiguiente subordinación femenina, acaba decapitando a la democracia y mutilando a la justicia.[20]

Con el MJD, al “soy tu padre,” frase destacada por Octavio Paz en el Laberinto de la soledad para subrayar la naturaleza violenta y abusiva del padre como figura de identidad nacional, Sicilia enfrenta hoy un “estamos hasta la madre.” A este padre despiadado hoy se le presenta el padre de la dignidad y el consuelo. ¿Qué ha permitido esta inversión?

El padre señalado por Paz es el macho, el extraño: el Gran Chingón, el Padre de la agresividad, la impasibilidad y el desconcierto. En esta repartición son las mujeres, las madres las procuradoras del concierto, la protección y el consuelo (Paz 89.) El Laberinto de la Soledad, centra la identidad del mexicano en su soledad/modernidad y en la virilidad e invulnerabilidad del macho, el Gran Chingón. Paz explaya así la función paterna:

El padre, dios creador, Jehová, Zeus … es el dueño del rayo y del látigo, el tirano y el ogro devorador de la vida. … La frase “yo soy tu padre” no tiene ningún sabor paternal, ni se dice para proteger, resguardar o conducir, sino para imponer una superioridad, eso es, para humillar.

(89)

El lugar del padre ha sido culturalmente el lugar de la ausencia y de la violencia; este movimiento lo transforma en el lugar de la presencia y del amor, un lugar femenino. El padre adopta funciones del concierto, el consuelo y la conciencia (no de la soledad, la humillación y el poder). Nos enfrentamos a un regreso del padre, del consuelo y la dignidad, cuando la madre ha allanado el camino (madres de la plaza de mayo, madres de Juárez, de Salvárcar, entre otras incontables).

Después de esta ocupación y desborde de las plazas, este espacio de confluencia, abierto y articulador por excelencia, podríamos suponer que cuando escribamos sobre la identidad nacional hoy, no hablaremos de ella tomando como espacio simbólico un laberinto y como emoción “moderna” la soledad, sino que tal vez tendremos que volver a estas “tomas” de la plaza y la palabra y señalar como emoción rectora de la nación al duelo colectivo, al re-conocimiento mutuo y al alivio de la pena a partir del contacto y la convivencia del duelo colectivo, no a partir de la soledad. Las plazas apuntan al efecto de un llamado a la organización y a la acción colectiva. Cuando hayamos ganado esta batalla, escribiremos un más allá del Laberinto, un “más allá” a partir de una identidad en colectivo, una identidad basada en la convivencia, en la acción consciente y en conjunto. Tal vez no desde el Laberinto de la soledad, sino Las Plazas del Contacto. ¿Qué tipo de modernidad nos aguarda con un símbolo y una emoción tales? ¿Qué lugar tendrá la experiencia, el saber, la participación de las mujeres en esta nueva apreciación de la identidad nacional?

Cuarta Toma: Plazas y Aulas

En consonancia con la multiplicación de la presencia y la citación, me gustaría concluir con un llamado especial, con un emplazamiento a nuestra capacidad de acción a partir de una cita en uno de los espacios más significativos de la academia: el salón de clase. Quiero volver al salón de clase como espacio de la indagación y la indignación, de la toma de la palabra y de la aparición y ensamblaje de cuerpos. Me gustaría concluir esta serie de emplazamientos, con uno más: el que puede “aparecer” en el salón de clase como espacio de re-presentación, dónde me presento ante otros, de la misma manera que otros se presentan ante mi (Butler, “La alianza” 93). Espacio de la aparición del cuerpo, citando la plaza, la toma de la palabra y el duelo colectivo (Laub 57-74). Si la acción crea ubicación ¿qué clase de acciones pedagógicas podemos generar en nuestros salones de clase para hacer de ellos espacios de aparición de colectividades, del duelo/éxtasis y así de una de las formas que han dado “cuerpo” a lo político?

Desde el inicio de un trabajo pedagógico que inauguró Francine Masiello en el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG-UNAM) en 2007, denominado Enseñanzas Desbordadas: de la Plaza al Aula (Belausteguigoitia, Enseñanzas), me imaginé los espacios escolares, donde se grita, se juega, se descansa, pero también se honra la bandera, se oyen y dan discursos: el aula, como plaza, lo cerrado en contigüidad con lo abierto. La calle en la escuela y la escuela en la calle. Masiello nos dice:

¿Cómo pensar las estrategias de la plaza? ¿Cómo pensar el aula? En general no son estructuras a las que normalmente se les vincule pero, sin embargo, presentan un núcleo conductor que deseo seguir. La institución como una fuente de represión, pero también como un espacio que permite que circule el aire y la luz… el espacio de la paradoja… la propuesta entonces es pensar los espacios cerrados…

(22)

Los salones de clase como espacios paradójicos, pedagógicos, con capacidades de tomas de la palabra, de la voz colectiva, como espacios privilegiados de gestión de la indignación.

Plaza y aula: combinación extraña, dirán, pero en el contexto de la plaza y el aula uno llega a estar en contacto con la materia, oye los ritmos y se conmueve ante los movimientos de los enlaces (ensamblajes) humanos, escucha el intercambio de voces en alza, percibe el posible pacto y alianza y sobre todo llega a pensar el vínculo entre el pacto social y el arte.

(22)2

Desde 2008 iniciamos en el PUEG un proyecto titulado Pedagogías en espiral, que define y construye al salón de clase como un lugar de encuentro, de toma de la palabra, de citación y de indignación, de toma de postura, de “mirador.” La espiral refiere a un conjunto de giros, de cambio de direcciones—desvíos—que son imprescindibles si se quiere crear un salón de clase que propicie estas “tomas.” Irit Rogoff, estudiosa de la cultura visual, una de las autoras fundamentales de la vertiente anglosajona que se ha ocupado de analizar estrategias pedagógicas alternativas en relación a la práctica cultural y artística, se pregunta qué constituye un “giro.” Conocemos varios desvíos de la academia disciplinaria y tradicional: el giro lingüístico, el giro emocional, el giro pictórico, el giro performativo. De manera más específica, Rogoff se pregunta por el llamado “giro educacional”: ¿qué capacidad tiene este movimiento para desviar y torcer el acontecimiento pedagógico “recto”? Desviar—girar—el salón de clase hacia la plaza, derribar sus muros y tomar la palabra desde las urgencias sociales. La pedagogía en espiral se comprometería con un conjunto de giros que introducirían al salón de clase diversas tomas, de la palabra, del espacio de la plaza y sus urgencias. Tiene como fin el conectar a la academia con el activismo y la intervención y desde allí producir una frontera entre urgenia social e intervención desde el ámbito teórico de una universidad pública.

A partir de giros (lingüísticos, conceptuales, espaciales), hemos llegado a definir y construir el salón de clase como una plaza. No nos interesa producir conocimientos cuya objetividad radique en la imparcialidad, sino producir parcialidades, tomas de cuerpo y conciencia basadas en los puntales más agudos de la indignación. Esta propuesta que hemos llamado “en espiral” (porque a partir de giros, contorsiones y torsiones ascendentes y descendentes se transforma un aula en plaza) se define por movimientos en relación con registros conceptuales (mirar desde abajo y desde el límite), espaciales (en los desplazamientos del salón de clase al museo, a la cárcel, a los retenes y las escuelas) y performáticos (relativos a la vinculación del concepto y la acción, el cuerpo y la teoría, la academia y el activismo) (Belausteguigoitia y Lozano 21-40).

Las pedagogías en espiral abren tomas a partir de la significación de dos tipos de silencio en nuestros estudiantes. Además del ligado a lo complejo de nuestros temas, es decir, el entender la desigualdad desde estos lenguajes, nos topamos con las antesalas de la indignación. El dolor, la tristeza y el cansancio. Muchos de nuestros estudiantes, viajan horas diarias en transporte público (el chico que inspiró esto se llamaba Ulises, la ironía de los viajes eternos… en metro), comen mal, han sido sujetos a extorsión, tienen en la cárcel familiares después de la gloriosa reforma jurídica que aumentó fianzas, multiplicó delitos y prisiones.

Estas espirales nos llevaron a pensar en el salón de clase como plaza, espacio de voceo, de tránsito, de toma de lo que encierra y silencia. No nos interesa producir conocimientos donde la objetividad radica en la imparcialidad, nos interesa producir parcialidades, tomas de cuerpo y conciencia basadas en los puntales más agudos de la indignación: el pasar del pasmo a la palabra.

Esta propuesta que hemos llamado “en espiral,” se constituye a partir de giros, contorsiones y torsiones ascendentes y descendentes que transforman el aula en plaza y se define por giros en relación a registros conceptuales (mirar desde abajo y desde el límite), espaciales (en los desplazamientos del salón de clase a la cárcel, a los museos, los retenes militares y las escuelas) y relativos a la vinculación del concepto y la acción, la academia y el activismo, es decir giros espaciales, emocionales y performáticos.

Constituye una perspectiva ambulante, metonímica que persigue las huellas dejadas por aquellas que caminan, que se movilizan desde los barrios hacia las plazas, hacia la toma de la palabra y del cuerpo. Pero también por las mujeres detenidas, a las que les han interrumpido el andar, aquellas que toman las paredes que las constriñen y convierten en plaza lo que las encierra.

Marca la intención—como en la plaza—del hacer aparecer (Rancière “El significado,” 122-26), de hacer presente en el salón de clase al cuerpo; indagar qué significa el cuerpo, tenerlo, producirlo, desaparecerlo, herirlo, encerrarlo, ocultarlo. El cuerpo—como aquello que se negocia con dificultad, emociones, signficados—interpelando al saber desde su vertiente performática, activista, académica (Rancière, El desacuerdo).

¿Qué significa esta intervención? ¿Cuáles son las determinantes del poder que pueden ser desestabilizadas, visibilizadas e intervenidas desde este cruce entre plaza y aula, entre sitio y situación, entre saberes sitiados y situados, entre cuerpos aparecidos y desaparecidos? ¿Qué nuevas prácticas pedagógicas nos arroja su cruce?

El salón de clase, girado hacia un tipo de derribamiento puntual de los muros del salón de clase, es decir hacia vinculación y la intervención del saber universitario con lo sucedido en las plazas, vinculado con la acción. Este tipo de acercamientos, da lugar a prácticas activistas dentro de la universidad y así a otros archivos y otros repertorios del saber dentro de la academia, frontera con la intervención social y el activismo.

Por esto acudimos al canon al ras del suelo que permite la voz dentro de un cuerpo: Frantz Fanon, José Revueltas, Gloria Anzaldúa, Clarice Lispector, Angela Davis, Rosario Castellanos, la comandanta Esther, las madres de la Plaza de Mayo y todas las plazas con todos los caminos, los murales carcelarios y su lectura. Negros, prietas, presos, lesbianas, migrantes, desplazados, haciendo teoría, hablando. Tomas descendientes desde cuerpos rajados, estigmatizados, pero ascendentes en su capacidad de entendimiento y así de indignación. Una teoría encendida. Desde allí, desde este canon al revés, desde abajo, no hay manera de entender sin encender el cuerpo y el entendimiento.

Conclusión

Durante los últimos tres sexenios hemos vivido la multiplicación de crímenes, de desapariciones. La respuesta de los gobiernos (PAN y hoy el PRI) ha sido similar: aumentar la presencia de militares en las calles y la construcción de cárceles. Mencionamos ya el análisis vinculado al autoritarismo que Angela Davis lleva a cabo justamente a partir del aumento de los complejos carcelario y militar. Al plantear la seguridad desde la persecución al crimen, reduciendo las garantías de los ciudadanos y aumentando el poder de los militares y el número de prisiones, se ha contribuido al socavamiento de la democracia. Movilizaciones, citas y emplazamientos como el del MJD lidereado por Javier Sicilia, provocan visibilidad hacia estas tendencias autoritarias de nuestro gobierno.

Desde que estas movilizaciones iniciaron en 2011-2012, hasta el momento—2014—con el gobierno del PRI, no tenemos indicios serios de que la violencia del crimen organizado haya sido reducida. Aumenta y disminuye en estados como Michoacán, Tamaulipas, Guerrero, y está presente en muchos más. De lo que si hemos sido testigos es del aumento de estrategias de resistencia que provienen de movilizaciones colectivas, desde abajo, de la propia gente, de la ciudadanía, como sigue siendo la toma de plazas, diversas formas del emplazamiento, marchas y hoy con más visibilidad la construcción de colectivos de resistencia llamadas autodefensas. De nada sirven la compasión y el éxtasis si no se emprenden acciones concretas.

En México, sobre todo en los estados más afectados por el crimen organizado, nadie espera eficiencia en la intervención gubernamental. Las acciones de las comunidades, la toma de plazas, la movilización la defensa armada local, están siendo las formas de enfrentar y a la larga tal vez terminar con ese gran dolor nacional que ha desbordado las plazas con nombres de desaparecidos y muertas, con tomas de la palabra y con apariciones de ciudadanos reunidos para responder a un llamado, que como lo hemos visto es una invitación irrefrenable, irresistible a hacer.

Notas:

01. Agradezco a Ricardo Animas, pasante de Estudios Latinoamericanos de la UNAM, su ayuda en la lectura e integración de información.

02. Según Austin, algunos actos de habla realizan lo que enuncian, son performáticos. La toma de la palabra, desde allí puede ser referida un acto del habla con la capacidad para actuarse en el presente, con capacidad de incidir en la realidad y modificarla. La inclusión de la noción de “cita” utilizada por Derrida, viene a cuento pues la toma de la plaza, cita con toda su potencia muchas otras tomas, la de Boauzazi y por supuesto la de las madres de la plaza de Mayo. Derrida inserta la intervención del acto peformático en una dinámica citacional. Para Derrida la cualidad inherente a todo signo es la posibilidad de ser citado.

03. La política, fundada sobre esta “distorsión” de totalidades, existe cuando el orden supuestamente natural de la dominación “es interrumpido por la institución de una parte de los que no tienen parte” (Rancière El desacuerdo 25). De esta forma, la comunidad, como comunidad política, sólo se conformará sobre una distorsión completamente opuesta a la distribución (partage) sensible generada desde la policía. “La política es en primer lugar el conflicto acerca de la existencia de un escenario común,” un escenario donde “el modo de ser-juntos” (Rancière El desacuerdo 41-43) no se desarrolla de forma armónica. Agradezco a Rian Lozano esta referencia y la cita sobre Rancière y la política.

04. Para un estudio de formas de apropiación de estos regímenes parciales en contextos políticos, estéticos y éticos ver Rian Lozano, Prácticas culturales.

05. Para más información sobre el movimiento de los indignados, ver la revista Espai en Blanc

06. En México y durante 2013 las plazas se han seguido tomando con insistencia, esta vez por los sindicatos de electricistas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), desaparecida por el ex presidente Calderón, por el sindicato de maestros de la Coordinadora Nacional de trabajadores de la Educación (CNTE), quienes protestan por las recientes reformas a la educación aprobadas en septiembre y por el movimiento de los Cuatrocientos Pueblos, con reclamos de cultura y derechos indígenas, entre otros. 

07. Debate Feminista, en su número EmPLAZADAS 46 (2012), coordinado por Rian Lozano y por mí, aborda estas tomas a partir del movimiento de los indignados. En este artículo retomo algunos de los textos incluidos en ese número, especialmente los de Judith Butler, “La alianza de los cuerpos y las políticas de la calle”; el de Josie Saldaña, “La plaza como práctica citacional”; y el de Santiago López Petit, “Desbordar las plazas: una estrategia por objetivos.” 

08. El pacto se ha denominado Pacto por un México en paz con justicia y seguridad. Se basa fundamentalmente en la interrupción del fortalecimiento de dos sistemas que han incrementado el ejercicio autoritario del poder y la violencia en México: el sistema militar y el sistema penitenciario, evidenciándose con el incremento de militares y de prisiones en nuestro país. Ambos sistemas influyen, afectan a jóvenes y a mujeres pobres en particular. Los seis puntos se refieren a 1. Verdad y Justicia, 2. Seguridad ciudadana no militar (Acabar con los sistemas militar y penitenciario como los conocemos hoy), 3. Combate a la corrupción y la impunidad, 4. Combate a la raíz económica del crimen (el organizado y el no organizado), 5. Atención de emergencia a la juventud, 6. Democracia participativa y democratización de los medios de comunicación. Quiero remarcar que estos puntos revierten el gobierno autoritario que ha sido resultado de la fortificación de los dos sistemas mencionados. Durante el sexenio pasado y este hemos vivido la multiplicación de militares y de cárceles, así como el socavamiento de la democracia al plantear la seguridad desde la persecución al crimen, reduciendo las garantías de los ciudadanos y aumentando el poder de los militares y el número de prisiones. Para más información sobre este sistema autoritario basado en la multiplicación de militares y cárceles, ver Angela Davis.

09. Los jóvenes asesinados fueron Juan Francisco Sicilia Ortega (hijo de Javier Sicilia), Luis Antonio y Julio César Romero Jaimes, Jaime Gabriel Alejo Cadena, Álvaro Jaimes Avelar, Mara del Socorro Estrada Hernández y Jesús Chávez Vázquez.

10. Caso Wallace: El 11 de julio de 2005 el empresario Hugo Alberto Wallace Miranda es secuestrado en una plaza comercial al sur de la Ciudad de México (según las averiguaciones de su propia madre). Al día siguiente, la señora Wallace denuncia los hechos ante la Procuraduría General de la República y la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. En febrero de 2006, en respuesta al retraso de las investigaciones oficiales, la señora Wallace inicia investigaciones por su propia cuenta. En diciembre de ese año se captura al último de los presuntos implicados en el secuestro del empresario, y es hasta octubre de 2011 que concluye el caso cuando se dicta sentencia condenatoria a los primeros 4 involucrados, con penas de entre 78 y 131 años de prisión.Caso Martí: El 4 de junio de 2008 Alejandro Martí, hijo del empresario Fernando Martí, es secuestrado por supuestos agentes federales cuando iba en un auto rumbo a la secundaria en la Ciudad de México. 53 días después hallan el cuerpo del menor ejecutado en una unidad habitacional al sur de la ciudad. Informantes oficiales hacen público que la familia Martí habían pagado un rescate a sus captores de 6 millones de dólares para recuperar al menor. A pesar de que poco después son detenidos y arraigados presuntos involucrados, y que se señala como principal responsable a la banda La Flor, un año más tarde se señala a otra banda y a otros responsables, sin que haya quedado esclarecido este hecho ni las contradicciones que se suscitaron. En el transcurso de este caso, Fernando Martí se hizo popular al alzar la voz ante el gobierno con la frase “si no pueden, renuncien,” y conformando la asociación civil México (Sistema de Observación para la Seguridad Ciudadana) SOS.

11. En este relato Galeano conjuga el poder de la cita y del recuerdo, el “hacer pasar por el corazón,” re-cordar. Cuenta que durante una lectura de textos en 2009, charla abierta realizada ante estudiantes en la UNAM, “ recordó algunos relatos.” “Uno de ellos, de mi libro Bocas del tiempo, contaba que el poeta español Federico García Lorca había sido fusilado y prohibido durante la larga dictadura de Franco. Y que un grupo de teatreros del Uruguay había estrenado una obra suya en un teatro de Madrid, al cabo de tantos años de obligado silencio…al fin de la obra esos teatreros no habían recibido los aplausos esperados; el público español había aplaudido con los pies pateando el piso. Y ellos se habían quedado estupefactos. No entendían nada. Una manera de decirle: Para que sepas, Federico, lo vivo que estás. Y cuando lo conté en la Universidad de México me ocurrió lo que nunca me había ocurrido en las otras ocasiones en que había contado esa historia. Los estudiantes aplaudieron con los pies. Miles de pies pateando el piso con alma y vida. Ese segundo trueno sobre la tierra estaba también dirigido al poeta fusilado y era también una manera de decirle: Para que sepas, Federico, lo vivo que estás.” Recordar, nos dice, viene del Latín ‘re cordis,’ volver a pasar por el corazón” (Galeano).

12. Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía, investigador en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Es autor de La democracia del conocimiento (Ediciones Paidós), de próxima aparición. Ver Innerarity. Agradezco a Marta Lamas esta sugerencia.

13. Es evidente el tono religioso y las referencias bíblicas de Sicilia en algunas de sus intervenciones; esta intromisión de la religión en la política puede verse como una forma de manejar, de procesar, el dolor de la pérdida de su hijo, tan irrepresentable. Los contextos de estas inserciones religiosas fueron la creación de política pública, la edición de reformas jurídicas, la denuncia en contra de la impunidad, nunca demandas propiamente religiosas. Las citas de Sicilia son mayormente a las mujeres en las plazas, a los indignados y a todos aquellos que reclaman un lugar en la política nacional.

14. Para más sobre el movimiento estudiantil “Yo soy 132,” ver Fernández Muñoz, y Mondragón González. 

15. Los Acuerdos de San Andrés son conocidos como los diálogos que llevaron a cabo rebeldes y gobierno iniciados durante los primeros meses del alzamiento zapatista en 1994 y sostenidos durante dos años. En 1996 el gobierno firmó dichos Acuerdos que significaban la reinscripción del sujeto indígena como ciudadano integral, pero con derechos propios de una nación intercultural. En 2001 un grupo de zapatistas conocidos como La Caravana del Color de la Tierra subió desde Chiapas a la Ciudad de México a defender la legitimidad de dichos acuerdos a partir de su aprobación en el Congreso. Finalmente en agosto de 2001 los Acuerdos de San Andrés fueron editados por el propio Congreso y se perdió toda su autonomía cultural y política. 

16. Para ver más en relación con la pedagogía zapatista y el concierto, la equidad en el caminar parejo, ver Flores. 

17. Ver cita 8 de este texto.

18. Marisela Escobedo, activista en contra de los feminicidios, fue asesinada por un sujeto desconocido el 16 de diciembre de 2011, mientras se encontraba en la Plaza Hidalgo de la capital de Chihuahua, clamando por el esclarecimiento del homicidio de su hija Rubí, acaecida en 2008.

19. Para profundizar sobre la Sentencia del Campo Algodonero, ver CLADEM. 

20. Para ver más sobre esta alianzas derivadas de la estructura patriarcal, ver Segato. 

Obras Citadas

  • Agamben, Giorgio. Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Pretextos: Valencia, 1998. Impreso.
  • Austin, John. Cómo hacer cosas con palabras. Barcelona: Paidós, 1982. Impreso.
  • Barthes, Roland. La cámara lúcida: notas sobre la fotografía. Barcelona: Paidós, 1990. Impreso.
  • Belausteguigoitia, Marisa. Enseñanzas Desbordadas. México: UNAM, 2009. Impreso.
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  • Berlant, Lauren. Compassion: The Culture and Politics of an Emotion. Routledge: New York, 2004. Impreso.
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